Cayetana

Cayetana

domingo, 17 de mayo de 2015

Cuanto T. dejo de querer a C.

Erase una vez una preciosa relación,de las de cuento,entre  C. y  T.

Comenzaron como amigos y la llama del amor entre los dos, poco a poco, fue creciendo, hasta que decidieron hacerse novios.
Las dos familias veían la relación maravillosa.
La familia de C. quería mucho a T.

T. es bonita y cariñosa y desde el primer momento nos conquistó con su personalidad alegre y cercana.
C. dedicaba todo su tiempo a T.,la esperaba mientras ella estudiaba,la mimaba, la quería, la consentía y la agasajaba con regalitos que él sabía que le gustaban.

La relación parecía ir viento en popa y a toda vela o eso parecía... por el amor que ellos desprendían.

Pero un día,un maldito día, T. pensó que C. ya no era su amor querido,que no le llenaba y que lo que le ofrecía C. ya no era suficiente.
Que la serenidad que marca el paso de los años en una relación no le gustaba.
Que ella quería volver a esas mariposillas que se mueven en el estómago al principio de las relaciones pero que por más que uno quiere ,es difícil mantener al 100 % con el paso de los años.
Supongo que los que lleváis muchos años de relación entenderéis lo que digo,el amor se vuelve tranquilo y por que no decirlo "vago" ya que todo se da por sentado!!

Ahora C. está destrozado, está hundido... ha perdido lo que más quería!.
Yo quiero mucho a C. y no soporto verlo así.

Me duele que, sin un motivo aparente, ocurra esto, pero el amor es caprichoso y nadie puede obligar a querer por que si!

Me gustaría poder pegar los pedacitos rotos del corazón de C.
Pegarlos y anestesiarle, para que no le duela nada, pero no se como hacerlo.

Decir que hay otras mujeres es simplemente una frase hecha ya que C. quiere a T.

Me gustaría hacerle entender a T. que la vida es breve y llena de muchas complicaciones, que encontrar a alguien que te quiera con toda su alma es difícil, en los tiempos que corren.
Encontrar a alguien que sea capaz de dejarlo todo sólo por amor es muy complicado y que ella , aunque no sea consciente, a lo mejor por su juventud, está haciendo muchisimo daño a C.

No creo que T. lea esto nunca pero me gustaría decirle que yo si la quería,que la sentí como parte de mi familia.
Que yo quiero a C. como a un hijo y que verlo sufrir me parte el alma.que no entiendo su comportamiento ya que siempre mostró que estaba feliz y que lo quería.
Que por edad,ya que soy mucho más mayor que ella, se que no se deja de querer de la noche a la mañana y que si no hay una razón, la cual no nos has contado, esto no lo comprendo.

Querida T. espero que recapacites,que te des cuenta de lo que estás haciendo, pero que si no es así,  sepas que te queremos mucho y que siento perder a una persona que consideraba como a una hermana pequeña.

Querido C. que sepas que te queremos muchisimo y que pase lo que pase,aquí estaremos, que tengo miles de cajas de tiritas para ponerte en tu corazón partido y que cada vez que te duela, tienes mi hombro.

Ánimo, mi niño!

Todo pasará!


miércoles, 6 de mayo de 2015

Quiero........sin condiciones.

“Quiero que me oigas, sin juzgarme.
Quiero que opines, sin aconsejarme.
Quiero que confíes en mí, sin exigirme.
Quiero que me ayudes, sin intentar decidir por mi.
Quiero que me cuides, sin anularme.
Quiero que me mires, sin proyectar tus cosas en mi.
Quiero que me abraces, sin asfixiarme.
Quiero que me animes, sin empujarme.
Quiero que me sostengas, sin hacerte cargo de mi.
Quiero que me protejas, sin mentiras.
Quiero que te acerques, sin invadirme.
Quiero que conozcas las cosas mías que más te disgusten,
que las aceptes y no pretendas cambiarlas.
Quiero que sepas, que hoy,
hoy puedes contar conmigo.
Sin condiciones.”
Jorge Bucay


CUENTOS PARA APRENDER A SALVAR VIDAS Historias basadas en hechos reales, que muestran a los niños qué es una emergencia y qué pueden ellos hacer para salvar una vida.


MI ABUELA ESTÁ EN EL SUELO Y NO CONTESTA


(Esta historia fue real. Se han cambiado los nombres y los datos de localización)
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Los padres de Lucía y Jaime tenían un Lucía y Jaimecompromiso importante; así que el viernes por la tarde recogieron a sus hijos a la salida del cole y les llevaron a casa de la abuela, para que pasaran con ella el fin de semana. Los niños estaban encantados, porque su abuela vivía en una casa grande a las afueras de la ciudad; tenía conejos, gallinas y un gato llamado Manchitas.
-¡Nos vemos el domingo por la tarde! ¡Portaos bien! – se despidió su madre.
Los niños merendaron, hicieron los deberes, jugaron con los animales, se bañaron y cenaron.
-Buenas noches – les dijo la abuela, acostándoles y dándoles un beso-. Yo voy a tomar un vaso de leche caliente y también me iré a la cama, que mañana hay mucho que hacer.
Los hermanos, con la excitación, no se podían dormir. De repente oyeron el ruido de un vaso rompiéndose contra el suelo, y a continuación un golpe fuerte.
-Abuelita, ¿qué ha pasado? – preguntó Lucía desde la cama. Al ver que su abuela no contestaba, se levantó y fue a la cocina a mirar.
Se encontró a su abuela tirada en el suelo, junto a un vaso roto y leche derramada.
-Abuelita, ¿te has caído? ¿Qué te pasa? – le preguntó Lucía. Pero la abuela no le contestó.
-¡Abuelita, despierta ¡Levántate! – gritó Lucía, zarandeándola. Pero no obtuvo respuesta.
-¿Qué pasa? – preguntó Jaime, muy asustado, desde la puerta de la cocina.
-Que la abuelita está en el suelo y no se despierta – contestó Lucía, muy nerviosa.caída
-¿Y por qué no se despierta y se levanta? ¿Se ha hecho daño?
-¡No lo sé! Abuelita, ¿por qué no me contestas? ¡Despiértate! – insistió Lucía, a punto de llorar.
La abuela siguió sin moverse y sin contestar. Lucía estaba cada vez más asustada. Su hermanito se puso a llorar.
-¡Mamá, papá! ¡Quiero que venga papá!
-Están cenando fuera – le recordó Lucía.
-¡Pues vamos a llamarles!
Pero no se sabían el número de sus padres de memoria. Y por más que buscaron la agenda donde la abuela anotaba los números de teléfono, no la encontraron. Y su teléfono móvil estaba apagado.
-¿Y qué hacemos ahora? – lloriqueó Jaime.
-No sé…¿Vamos a buscar a alguien que nos ayude?
-¡Yo no quiero salir de casa! ¡Es de noche y está oscuro! – chilló el niño. La casa de su abuela estaba algo aislada, y el camino hasta la casa más cercana era largo y lleno de rincones aterradores.
-Vale. Espera, ¿seré tonta? ¡Si mamá me ha explicado muchas veces lo que tengo que hacer! – exclamó Lucía, animándose de pronto.
-¿Ah, sí? – preguntó su hermano, no muy convencido.
-¡Sí! Vamos al salón. Mamá puso allí las instrucciones.
Corrieron hacia el salón. En la pared, junto al teléfono, había un papel pegado con celo. Lucía leyó en voz alta lo que ponía.
-“Si la abuelita se pone muy enferma o no se puede despertar, tienes que llamar al 1- 1- 2, decir lo que pasa, contestar a todo lo que te pregunten y hacer todo lo que te manden. La dirección de la casa de abuelita es: Senda de los Rosales número 23, Deva, Gijón”.
-¡Llama, llama! – exclamó Jaime. Lucía descolgó el teléfono y marcó los números: 1, 1, 2.
-Uno, uno, dos, Asturias, ¿en qué puedo ayudarle? – escuchó inmediatamente al otro lado del teléfono. Era una voz de hombre.
-Hola, mi abuelita está en el suelo y no se despierta. llamada
-¿Cómo dices? – preguntó el hombre, sorprendido.
-Que mi abuelita está en el suelo y no se despierta.
-¿Eres una niña? ¿Puede ponerse tu mamá?
-Mi mamá no está, está mi abuelita, pero no puede hablar ni moverse.
-¿Cómo te llamas? ¿Cuántos años tienes?
-Me llamo Lucía y tengo 7 años. Pero voy a cumplir 8 dentro de poco.
-¿Y no hay nadie más en casa?
-Sí, mi hermano pequeño.
-¿Y dices que tu abuelita se ha caído al suelo?
-Sí, y ni nos contesta ni se levanta. Y mi mamá me dijo que si mi abuelita se pone enferma o no se puede despertar tengo que llamar al 1, 1, 2.
-Vale, cariño, te voy a mandar ayuda. ¿Sabes la dirección de la casa de tu abuela?
-Sí – Lucía volvió a leer el papel – La dirección de la casa de abuelita es: Senda de los Rosales número 23, Deva, Gijón.
-Muy bien. Estoy mandando a la Policía a la dirección que me has dado, para que puedan ayudarte, así que no os asustéis cuando lleguen. Mira, Lucía: ahora vas a estar un ratito sin oír nada, pero no cuelgues el teléfono. Voy a hablar con el médico de aquí y enseguida se pondrá al teléfono para hablar contigo, ¿de acuerdo?
-Vale.
El hombre que había recibido la llamada estaba trabajando, junto a muchas más personas, en una gran sala: el Centro Coordinador de Emergencias. Cuando alguien tenía un problema muy importante llamaba por teléfono al número 112; y una de aquellas personas, llamadas “operadores”, contestaba la llamada y mandaba la ayuda.CCU Asturias
El operador contactó con otro grupo de personas que estaban en el extremo contrario de la sala. Eran trabajadores del SAMU, el Servicio de Asistencia Médica Urgente.
-¿Compañeros del SAMU? Voy a pasaros una llamada importante. Una niña de 7 años llamada Lucía acaba de llamar al 112 diciendo que su abuela se ha caído al suelo y no se despierta, no habla ni se mueve.
-¡Qué dices! ¿Y no se tratará de una broma? – preguntó uno de los operadores del SAMU.
-No lo creo. Esa niña se explica muy bien, repite una y otra vez la misma historia, contesta sin dudar a todas las preguntas, nos ha dado la dirección completa. Yo estoy convencido de que no es una broma. He mandado a la Policía hacia allí, porque parece que Lucía y su hermano pequeño están solos con su abuela.
-De acuerdo. Pásame la llamada – contestó el operador del SAMU, mientras levantaba una mano, avisando a una mujer que estaba sentada en una mesa elevada en el centro de la sala. Era la médico del SAMU, que intervenía en las llamadas más urgentes y decidía qué tipo de ayuda sanitaria se debía mandar a la persona en apuros: un médico, una enfermera, una ambulancia…
-Doctora, entre enseguida en esta llamada, que parece muy urgente.
La médico levantó un pulgar indicando que ya estaba a la escucha. El operador del SAMU activó la llamada.
-¿Hola? ¿Lucía? ¿Estás ahí?
-¡Sí! – exclamó la niña, muy aliviada. El tiempo sin oír nada al otro lado del teléfono le había parecido tan largo (aunque en realidad había sido de pocos segundos) que había comenzado a pensar que no les habían tomado en serio o que habían colgado.
-Lucía, yo pertenezco a los servicios sanitarios. Y también te está escuchando una doctora. ¿Nos llamas de la Senda de los Rosales número 23, Deva, Gijón?
-Si.
-¿Y dices que tu abuela se ha caído al suelo y no te contesta?
-Sí, ni habla ni se mueve.
-Hola, Lucía – saludó la doctora-. Me llamo Sofía y soy médico. Además de la Policía, que ya está de camino, voy a mandarte un médico para que vea a tu abuela. Pero necesito que me contestes a unas preguntas para poder ayudarte mejor, ¿vale?
-Vale.
CCU - copia-Cuéntame exactamente qué es lo que ha pasado.
-Abuelita nos metió en la cama y nos dijo que iba a tomar un vaso de leche y a acostarse – describió Lucía-. De repente oímos un ruido de cristales y otro ruido muy fuerte. Fuimos a la cocina y vimos a abuelita en el suelo.
-¿Y no sabéis si se resbaló o es que se puso mala? ¿O si le duele algo: una pierna, la cabeza, el pecho?
-No – contestó Lucía-. Yo le he preguntado, he intentado que se levante, pero no se mueve ni me contesta.
La médico hizo un gesto con la mano que el operador del SAMU, que seguía a la escucha, entendió perfectamente: “Activa la UVI móvil, la ambulancia con médico, enfermero, conductor y camillero, con todos los aparatos y medicinas para poder atender a los pacientes más graves”.
-Lucía, en estos momentos una ambulancia con médico y enfermero está saliendo hacia la casa de tu abuela. Pero van a tardar un poco, porque estáis a muchos kilómetros de la ciudad. Así que yo voy a intentar ayudarte mientras llegan. ¿De acuerdo?
-Sí – contestó Lucía. Y le susurró a su hermano:- ¡Ya viene el médico, enseguida nos ayudan!
-¿Tu abuela es mayor?
-Sí, muy mayor, porque tiene el pelo blanco.
-¿Y estaba enferma de algo?
-Yo creo que no. Bueno, a veces dice que le duele una pierna, y otras que le duele la cabeza.
-¿Y toma medicinas?
-Sí, una pastilla por la mañana y otra por la noche, creo.
-Por la tarde, antes de caerse, ¿se había quejado de algo, tenía algún dolor?
-No.
-¿Estás ahora mismo al lado de tu abuela?
-No, yo estoy en el salón y mi abuela en la cocina.
-Necesito que vayas otra vez a la cocina y me digas si tu abuela ya puede hablar o levantarse. Muévela, empújala, a ver si se despierta. ¿Puedes llevarte el teléfono contigo?
-Este no, pero hay otro que no tiene cable – recordó Lucía -. ¡Jaime, corre, busca el otro teléfono y llévalo a la cocina!
Jaime salió disparado a buscar el teléfono y Lucía volvió a la cocina. Su abuela seguía en el suelo.
-Abuelita, tranquila, ya viene el médico para ayudarte. ¿Ya te puedes despertar? – le preguntó de nuevo la niña, moviéndola enérgicamente por los hombros. La abuela se movió un poco, pero no le respondió.
El hermano pequeño llegó corriendo con el teléfono inalámbrico. Lucía lo encendió.
-¿Hola? ¿Sofía?
-Sí, cariño, sigo aquí – contestó la doctora-. Cuéntame, ¿hay algún cambio?
-No, mi abuelita sigue en el suelo y no se despierta aunque la he movido muy fuerte.
-¿Pero está respirando?
-Sí, está roncando – contestó Lucía, observando más detenidamente a su abuela.
-Muy bien. ¿Puedes ver sangre en el suelo? ¿Ves que tenga alguna herida en la cabeza, en la pierna o en otra parte?
Lucía se agachó y tocó la parte de atrás de la cabeza de su abuela, le miró los brazos y las piernas.
-No, no hay sangre por ninguna parte.
-Perfecto. Pues lo primero que tenéis que hacer es poner a tu abuela de lado entre los dos. Yo os digo cómo hacerlo, ¿vale? Poneros uno a cada lado de vuestra abuela.
-Vale. ¡Jaime, ven, ayúdame, que tenemos que poner a la abuelita de lado! – avisó Lucía a su hermano -. Tú ponte en ese lado y yo en este.
-¿Preparados?  – preguntó Sofía-. Tú, Lucía, coge el brazo de tu abuela que tengas más cerca de ti y colócaselo como hacen los policías para mandar parar: en el suelo doblado en forma de L, con la mano hacia arriba.caida2
-Ya está – obedeció la niña.
-Dile a Jaime que le ponga el otro brazo sobre el pecho.
-¡Jaime, coge ese brazo de abuelita y pónselo en el pecho! Ya está.
-Y ahora dile a Jaime que se vaya a la pierna que tiene más cerca y que se la doble, que meta las manos por debajo de su rodilla y que tire hacia arriba. Cuanto más consiga doblarle la pierna, mejor.
-¡Jaime, mete las manos debajo de la rodilla y tira hacia arriba! ¡Tita, tira, dóblala más! – Lucía transmitía las instrucciones y Jaime las seguía-. ¡Ya está!
-Ahora escucha, Lucía. Pon una mano en la rodilla doblada de tu abuelita, y la otra mano en el hombro de ese mismo lado, del lado de Jaime. Y vas a tirar de ella hacia ti. Y dile a Jaime que, mientras tú tiras, él te ayude empujándola por la espalda. ¿Lo has entendido?
-Creo que sí – contestó Lucía, y dejó el teléfono en el suelo. Agarró a su abuela por la rodilla y el brazo-. Jaime, cuando cuente tres yo tiro y  tú empujas su espalda. ¡Una, dos…y tres!
El cuerpo de su abuela rodó suavemente hasta quedar de lado.
-Ya está de lado. Ha dejado de roncar – comunicó Lucía a la médico.
-Perfecto. Lo habéis hecho muy bien. Habéis conseguido poner a vuestra abuela en la posición lateral de seguridad. Así respirará mejor, y si vomita no se atragantará – le explicó Sofía-. Vas a poner su mano debajo de su cara, para que esté más cómoda y la cabeza le vaya un poco hacia atrás. Mientras, yo voy a hablar un momento con el médico que ya está viajando en la ambulancia de camino a vuestra casa. No cuelgues el teléfono, que enseguida volvemos a hablar, ¿vale?
-Vale.
La médico llamó por teléfono al médico que viajaba en la UVI móvil.
SAMU2-Perdona la tardanza, compañero. Estaba hablando con la alertante, que es una persona muy especial. Es una niña de 7 años que está colaborando de maravilla. Su abuela ha caído al suelo y no responde por más que la mueven y la llaman. La niña indicó que roncaba, así que sabemos que está inconsciente. La pequeña también me ha explicado que su abuela es mayor y toma medicinas, pero estaba cuidando ella sola a los dos hermanos, con lo que tiene que ser una señora bastante sana y activa. Imagino que las medicinas serán porque tiene la tensión, el azúcar o el colesterol altos. La niña no ve sangre ni heridas, así que no parece que su abuela haya sufrido una caída por accidente.  Con toda esta información, creo que lo que le ha pasado a la señora es un problema en su cerebro.
-Muchas gracias. Saber todo esto es de gran ayuda; vamos a ir mucho mejor preparados – respondió el médico de la UVI móvil-. Espero que, al estar inconsciente, su lengua no le esté impidiendo respirar.
-No te preocupes; los niños han puesto a su abuela en posición lateral de seguridad – le informó Sofía.
-¡Qué dices! ¡Impresionante! Pues vamos a tardar en total 15 minutos en llegar, así que seguramente al poner a su abuela de lado han evitado que su situación se complique gravemente – contestó el médico, admirado.
Sofía colgó la llamada de su compañero y entró de nuevo en la llamada de los niños.
-¿Lucía? Ya estoy contigo de nuevo. ¿Cómo está tu abuela? ¿Sigue respirando?
-Sí, ya no ronca pero respira – contestó Lucía, muy aliviada de volver a hablar con la doctora.
-¿Ha cambiado algo? ¿Habla o se mueve?
-No habla, pero ha movido un poco un brazo y una pierna. Pero no se levanta.
-¿Dónde están vuestros padres?
-No lo sé, tenían que trabajar o algo así.
-¿No les habéis llamado?
-No me sé el número. El teléfono de abuelita se quedó sin batería y no sabemos encenderlo. Tiene una libreta donde apunta todos los teléfonos, pero no la hemos encontrado.
-Tranquila. En pocos minutos llegará la Policía; no te asustes y ábreles la puerta. Ellos os ayudarán a localizar a vuestros padres y os cuidarán hasta que lleguen. Y después llegará la ambulancia, y llevarán a tu abuela al hospital.
-¿Qué le pasa a mi abuela? ¿Se va a poner bien?
-El médico que va en la ambulancia va a mirarla muy bien y te podrá contestar mucho mejor que yo. Pero sí que te puedo decir una cosa. Hay muchas enfermedades que se curan mejor si la ayuda llega enseguida. Y la rapidez en llamarnos, lo bien que has contestado a todas las preguntas y lo bien que habéis colaborado en todo lo que os he pedido, va a hacer que tu abuela tenga muchas más posibilidades de ponerse bien.policía
-¡Oigo sirenas! – gritó Jaime, asomándose a la ventana-. ¡Es un coche de policía!
-Ya está aquí la Policía – dijo Lucía-.
-Muy bien, cariño. Ahora ellos se harán cargo de todo. Todo va a salir bien, ya lo verás.
-¡Muchas gracias, Sofía! – exclamó Lucía. Y corrió a abrir la puerta.
Los policías buscaron papeles por la casa e hicieron varias llamadas para localizar a los padres de los niños. Poco después llegó la UVI móvil. Cuatro personas saltaron de la ambulancia cargadas con maletines y aparatos y corrieron a atender a la abuela.
Cuando sacaban a su abuela en camilla, el médico se acercó a ellos.
-He ido a muchos avisos en mi vida y me he encontrado con pocos adultos que hayan hecho las cosas tan rápido y tan bien como vosotros. Estoy impresionado.
-¿Se va a poner bien abuelita? – preguntó Lucía.
-Pues gracias a vuestra rápida llamada le habéis multiplicado las posibilidades de curarse. Y gracias a que le habéis puesto de lado la cosa no ha sido todavía más grave, porque con lo que hemos tardado en llegar hasta aquí, si hubiera estado boca arriba todo este tiempo le habría sido muy difícil respirar.
-Yo no me acordaba del teléfono de mis padres – le dijo Lucía, sintiéndose un poco mal -. A lo mejor si les hubiera llamado antes lo habríamos hecho mejor.
-Pues te voy a decir una cosa – le respondió el médico -. Si hubiérais llamado primero a vuestros padres y no hubiérais hecho nada más hasta que ellos llegaran, a lo mejor habríamos llegado demasiado tarde. Pero al llamar al 112 antes que nada, la ayuda ha sido muchísimo más rápida y efectiva. No lo olvidéis nunca: ante una emergencia, lo primero es llamar al 112, activar la cadena de ayuda y hacer lo que ellos os digan. Y después ya habrá tiempo de llamar a más gente o de hacer el resto de las cosas.traslado
Salieron enseguida camino del hospital. La policía se quedó con los niños hasta que llegaron sus padres, que estaban muy nerviosos.
-¡Ay madre mía, lo mal  que lo han tenido que pasar mis niños! – exclamó la madre, abrazándoles.
-Señora, lo que han hecho estos niños es increíble – le dijo uno de los policías -. Han sabido reconocer la emergencia y activar la cadena de ayuda de un modo perfecto. Han llamado al 112, han explicado con claridad lo que ocurría, han dado la dirección, han contestado a todas las preguntas, han hecho todo lo que se les ha ordenado; y gracias a ellos todo se ha solucionado en el menor tiempo posible.
-Conozco casos de niños que pasaron horas, incluso un día entero, solos en casa con un familiar muy enfermo hasta que otro adulto llegó, porque no sabían lo que tenían que hacer – dijo el otro policía-.  Ellos sí lo sabían, y lo han hecho de maravilla.  El operador del 112, el operador del SAMU, la doctora del centro coordinador, el médico de la UVI móvil y nosotros, los policías, estamos muy impresionados. Les felicito por los hijos que tienen y por lo bien que ustedes les han enseñado a actuar.
Los  padres estaban muy orgullosos de sus hijos. Y todavía más cuando, todos juntos, fueron al hospital para informarse del estado de la abuela, porque el neurólogo acudió enseguida a hablar con ellos.
-El médico de la UVI móvil me ha explicado cómo ocurrieron las cosas. Esta señora ha sufrido un serio problema en el cerebro. Y cuando esto ocurre, la rapidez es crucial para tratar de reparar el daño. Con el paso de las horas, las posibilidades de curación son menores. Pero en este caso el traslado ha sido tan rápido que somos muy optimistas. Enhorabuena, chavales. Bien podéis decir que le habéis salvado la vida a vuestra abuela.
Jaime era demasiado pequeño aún; pero Lucía iba siendo cada vez más consciente de la importancia de lo que habían hecho. Y se prometió a sí misma contárselo a todos sus compañeros de clase al día siguiente. Para que si a alguno de ellos le pasaba algo parecido, fuera también capaz de salvarle la vida a su abuelo o a su abuela.