Cayetana

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viernes, 28 de diciembre de 2012

Cómo debes tratarle si tiene muchos mimos de mamá

Se aleja unos pasos de ti y en seguida te busca angustiado. Y si te vas, llora desconsolado. Lo hace porque se siente inseguro; ayúdale a ganar confianza.

Isabel Álvarez Psicóloga
 
niño que tiene mamitis
 

Todos los padres y madres cuentan con la total dependencia del bebé en su primer año. Incluso disfrutan con ella: les encanta que reclame su presencia y se les cae la baba si el pequeño les echa los bracitos al cuello o gatea tras ellos siguiéndoles por la casa.
Y cuando ya sabe caminar, sienten cierta satisfacción si se agarra a sus piernas y se refugia tras ellas: “¡qué lindo, cuánto me quiere y me necesita!”, se dicen.
Pero de ahí en adelante es frecuente que los padres, y en especial las madres, empiecen a acusar lo agotadoras que pueden resultar esta persecución y dependencia tan intensas. Apenas pueden alejarse del pequeño sin que proteste, llora desconsolado en la puerta de la guardería y dejarle con los abuelos para escaparse al cine es toda una odisea.
Comienzan entonces a anhelar que su hijo se muestre más maduro e independiente, “para que él no lo pase tan mal ¡y nosotros podamos respirar un poco!”, confiesan.
Vinculación especial
El bebé llega al mundo desorientado e indefenso y establece el mayor apego con el progenitor que le alimenta y le atiende regularmente. En nuestra sociedad esa persona suele ser la madre, por eso el bebé se esmera en reconocer sus señales y establece con ella una vinculación muy fuerte y especial.
Además, este vínculo emocional surge ya en el vientre materno. Según una investigación de la Universidad de Navarra, en los primeros días de embarazo el embrión libera sustancias que desactivan las células maternas que generan rechazo.
Y desde el quinto mes, a través de sus movimientos, el bebé envía señales que estimulan en el cerebro materno la producción deoxitocina, la hormona “cariñosa”(atención, porque el padre también la genera si cuida del bebé).
Por todo ello, familiarmente se denomina mamitis (aunque en algunos casos es “papitis”) a la ansiedad que muestra el niño en esta etapa al verse separado de la persona de referencia que le da seguridad. Se trata de una fase normal del desarrollo que suele alcanzar su punto álgido rondando los 18 meses, va disminuyendo gradualmente con la madurez del niño y suele desaparecer hacia los 3 años.
Tú le das seguridad
A veces, para la madre resulta incómodo y agobiante que su hijo sólo quiera estar con ella. Y es lógico, porque justo cuando el pequeño ya camina y parece algo más autónomo, ¡se muestra más necesitado, dependiente y apegado que nunca!
Esto ocurre porque tras cumplir el año se dan una serie de circunstancias evolutivas que acentúan su vulnerabilidad. El niño se hace consciente de que su madre y él no son la misma persona y eso le inquieta. Además, al caminar, su mundo y sus posibilidades se amplían y aunque esta novedad le encanta, también le conecta con su propia vulnerabilidad.
La curiosidad le lleva a alejarse, a correr, a subirse a las sillas y a abrir los cajones…, pero sus recién estrenadas habilidades a menudo frustran sus intentos: es una época de golpes y “chichones”. Por eso a veces se asusta cuando se descubre aventurándose y vuelve la mirada en busca de la presencia y la aprobación de mamá, o a menudo en busca de sus brazos.
En esta etapa de retos, frustraciones y momentos difíciles, saber que te tiene a ti es lo que le da confianza para aventurarse a explorar y avanzar así en su desarrollo. Del mismo modo que las rutinas le orientan y le aportan confianza (saber que tras la comida viene la siesta y después el paseo, el rato de juego, el baño…), si está acostumbrado a que seas tú quien le atiende, es normal que le desconcierte que otra persona le dé la comida o le acueste. Aún le falta capacidad de adaptación a los cambios y la novedad le confunde.
Para ayudarle a avanzar debes armarte de comprensión y paciencia. Si tratas de despegarlo de tus faldas a la fuerza y le obligas a quedarse con otras personas sin haberle preparado, harás que se sienta desamparado y piense que quieres “quitártelo de encima”. Por eso antes tienes que poner en práctica algunas medidas para enseñarle a estar sin ti.
Recogido de Crecer Feliz

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