Todos los niños son
hipersensibles a lo que les decimos los adultos. Recuérdalo cuando te
dirijas al tuyo, para evitar malentendidos.
Coks Feenstra Psicóloga infantil
Cuando a María le preguntan quién es, responde: “Soy María, tengo 5
años y sé cuidar muy bien de mi hermanita, ¿a que sí mamá?”. Este
ejemplo demuestra cómo los niños pequeños basan su autoimagen en los
comentarios que les hacen sus padres y otros adultos importantes para
ellos (profesores, tíos, abuelos, cuidadoras...).Para todos los
padres nuestros hijos son especiales. Nadie los quiere como nosotros.
Por ello celebramos con tanta alegría que alcancen una nueva meta:
aplaudimos sus primeros pasos, sus primeras palabras, sus primeras
amistades... Y el que nos sintamos satisfechos de sus hazañas y se lo
digamos es básico para que se formen un buen concepto de su persona.
Cuando te encuentres en esta situación, en vez de decir a tu hijo “eres malo”, especifícale claramente qué es lo que no debe hacer y por qué: “me pongo nerviosa al oír tus gritos porque creo que te pasa algo, así que por favor no vuelvas a hablar tan alto”. Así haces referencia a su conducta, sin criticar su forma de ser, por lo que no dañas su autoestima.
Recuerda también que los niños interpretan nuestras frases en el sentido más literal y si dices al tuyo algo como “me tienes tan harta que te voy a regalar”, puede pensar que lo vas a hacer, y se sentirá poco querido, inseguro y muy triste, algo que debes intentar evitar por todos los medios.
Y además, porque las etiquetas perduran en el tiempo, mientras que los niños cambian a medida que van madurando. A esto se suma que las etiquetas muchas veces llevan implícito un juicio de valor: “¿por qué no tienes ningún amigo?”. En vez de emplear expresiones tan radicales es mejor usar otras como: “si te da corte, primero observa a los niños y luego pide que te dejen jugar con ellos”.
http://www.crecerfeliz.es/Ninos/Psico/Como-afectan-a-nuestros-hijos-nuestras-palabras
Comparte su entusiasmo
Además de valorarle y de felicitarle, para fortalecer la autoestima de tu pequeño debes dirigirte a él de las siguientes maneras:- Comparte sus observaciones. Dile por ejemplo: “estás pintando todo el folio de azul”, para que él te explique: “sí mami, es que estoy dibujando el cielo”. Así se reafirma en su idea inicial.
- Ratifica su entusiasmo. Hay frases que refuerzan su sensación de éxito como: “estás muy contento por haber terminado tú solito el rompecabezas, ¿verdad?”.
- Explícale los muchos motivos que tiene para sentirse bien con él mismo: “entiendo que estés orgulloso de ti, es muy gratificante conseguir algo después de haberlo intentado varias veces”.
El arte de corregir bien
Es inevitable que los
niños, a veces, nos saquen de quicio. Son momentos en los que debemos
corregirlos, pero hay que hacerlo con tacto. Cuando te encuentres en esta situación, en vez de decir a tu hijo “eres malo”, especifícale claramente qué es lo que no debe hacer y por qué: “me pongo nerviosa al oír tus gritos porque creo que te pasa algo, así que por favor no vuelvas a hablar tan alto”. Así haces referencia a su conducta, sin criticar su forma de ser, por lo que no dañas su autoestima.
Recuerda también que los niños interpretan nuestras frases en el sentido más literal y si dices al tuyo algo como “me tienes tan harta que te voy a regalar”, puede pensar que lo vas a hacer, y se sentirá poco querido, inseguro y muy triste, algo que debes intentar evitar por todos los medios.
¡Qué interesante!
Elogiar
a un niño es bueno, siempre que no lo hagamos por rutina, sino por algo
que sea digno de ello. Y es que excedernos en las alabanzas es
contraproducente. Si cualquier garabato es elogiado, el pequeño no
adquiere una imagen real de sí mismo y no desarrolla la capacidad para
encajar las frustraciones ni para perserverar. Es más pedagógico
indicarle en qué puede superarse.
Poner etiquetas, gran error
No
es recomendable utilizar etiquetas para describir a nuestros pequeños:
“mi hija es tímida”, “es un rabo de lagartija”... Para empezar, porque
los niños se creen a pies juntillas las palabras de sus padres y acaban
convenciéndose de lo que ellos les dicen: no saben relacionarse bien en
el primer caso y no pueden estarse quietos en el segundo.Y además, porque las etiquetas perduran en el tiempo, mientras que los niños cambian a medida que van madurando. A esto se suma que las etiquetas muchas veces llevan implícito un juicio de valor: “¿por qué no tienes ningún amigo?”. En vez de emplear expresiones tan radicales es mejor usar otras como: “si te da corte, primero observa a los niños y luego pide que te dejen jugar con ellos”.
http://www.crecerfeliz.es/Ninos/Psico/Como-afectan-a-nuestros-hijos-nuestras-palabras
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