De un instante a otro, ese bebé que hasta hace un momento era parte de
nuestro cuerpo, se abre paso al mundo. Hace apenas unas horas, todo su
cuerpito estaba en contacto con un
líquido tibio, en medio de suaves movimientos y sonidos ancestrales.
Cuando nace todo le resulta extraño y desconocido, por lo que intentará
reencontrar aquellas sensaciones reconfortantes: contacto, movimiento y
alimento permanente. Cuando nuestro bebé llora, intenta recordarnos que
necesita nuestro pecho, para llenarse de nosotras; que ama nuestros
brazos, que lo mecen como alas de ángeles; y que en nuestros ojos pueden
verse a ellos mismos como si fueran espejos del alma. Así de simple.
Lic. Paula Napolitano.
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